El concepto de muerte ha sufrido variaciones a lo largo de los años. En la antigüedad, se consideraba muerte cuando el corazón dejaba de latir y el individuo no respiraba. En actualidad esta concepción del término muerte ha cambiado, puesto que una persona puede vivir gracias a un respirador en caso de que su fisiología respiratoria fallase. Por ello, se habla de cese de la vida cuando se determina la muerte cerebral.
Para diagnosticar y certificar la muerte de una persona nos basamos en el cese irreversible de las funciones cardiorrespiratorias o de las funciones encefálicas.Así, podemos establecerla a partir una serie de signos:
- Parada cardiorrespiratoria: ausencia de pulso y no se pueden percibir los latidos cardíacos
- Electroencefalograma plano
- Apariencia de muerte: pupilas dilatadas (midriasis) y que no se contraen ante un estímulo de luz y piel pálida
- Livideces cadavéricas: son una serie de manchas de color violeta que aparecen a partir de la primera hora de la muerte debido al acúmulo de sangre en las zonas de apoyo
- Enfriamiento a partir de las 2 horas
- Rigor mortis o rigidez cadavérica: es un signo reconocible de muerte que no es más que un aumento de la rigidez e inflexibilidad en las extremidades del cadáver, dificultando moverlo y manipularlo. Se debe a una acumulación excesiva de ácido láctivo en los músculos, suele aparecer 3 horas después de la muerte e ir desapareciendo paulatinamente a partir de las 36 hora
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